miércoles, 1 de mayo de 2013

Ausencia

Con pasos aletargados, la dama de negro transitaba sobre la gramilla llevando entre sus manos un ramillete de flores secas. Un perfume a tierra mojada remontaba como un espectro fantasmal en el jardín de los cuerpos olvidados. El cielo perduraba enlutado, asfixiando la luz hasta hacerla expirar. En la borrasca se recorta una lápida sin nombre; una niña solloza la ausencia apoyando su frente en la fría piedra. Enmudecida de dolor, levanta su mirada acristalada reconociendo a su madre. –Lo siento, nunca quise dejarte- dice la dama con un nudo en la garganta. –lo sabes, ¿verdad? Me olvidaba, te traje las flores que tanto te gustaban, descansa en paz hijita... La niña acaricia el rostro arrugado de la dama sin que lo sepa y se pierde bajo tierra.