jueves, 23 de febrero de 2012

CUENTO INFANTIL- El rey Patata

Os dejo un cuento muy divertido, donde los niños disfrutaran tanto como vosotros

EL REY PATATA

Erase una vez un reino muy original, donde sus habitantes eran patatas. Un buen día, mientras la reina patata contemplaba todo el vasto reino a través de los ventanales, se dio cuenta de que no había visto al rey patata, su marido, en todo el día. Se encontraba sentada en su altar, un plato muy mono con un pequeño tazón por encima de plata que usaba de trono. Entonces, mandó a llamar a su doncella que vino en el acto.
-Magdalena por favor, ¿has visto al rey?- preguntó la reina patata.
-Claro majestad, lo he visto muchas veces, pero no recuerdo haberlo visto en todo el día de hoy.
-¿Está segura Magdalena?- preguntó nuevamente la reina. La doncella hizo memoria y luego contestó.
-Ahora que lo dice majestad, eh visto al rey patata muy temprano desayunar y marcharse con prisa seguido por Bernardo.
Bernardo era el mayordomo del palacio, por llamarlo de alguna manera, que servía al rey y mantenía al resto de la servidumbre a raja tabla con tal de que estuviera todo en orden. No se le escapaba detalle alguno y siempre solucionaba lo que le mandaban los reyes. Pero sobre todas las cosas, se ocupaba de atender los antojos y los mil y un disparates que se le ocurrían al rey patata.
La reina se preguntaba extrañada por qué llevaba tanta prisa el rey a esas horas un domingo. Sin suerte, lo buscó por la parte alta del palacio. Después descendió por la escalera hasta el salón. Allí se encontró con Bernardo quitando el polvo a los cuadros.
-Bernardo por favor- le llamó la reina y Bernardo se acercó haciendo reverencias.
-Dígame majestad.
-¿Ha visto usted al rey?
-La verdad que no majestad- respondió Bernardo arreglándose el largo bigote.
-¿Estás completamente seguro Bernardo?
-Bueno, ahora que lo dice…Esta mañana tuvo una urgencia para ir al lavabo.
Entonces la reina patata salió corriendo hacia el baño real seguida por Bernardo y Magdalena. Cuando llegaron, el rey patata no se encontraba allí, pero el retrete olía muy, pero muy mal y lo peor es que se encontraba atascado. Romualdo estaba de rodillas con el desatascador en mano, sudando como un cerdo sin conseguir resolver el problema de las cañerías.
-Romualdo por favor ¿ha visto usted al rey?-Romualdo pegó un salto al escuchar la voz de la reina, dando un cabezazo al lavamanos.
-Auuch, perdón, digo, oh majestad es un honor que vos estéis presenciando mi trabajo, pero la verdad es que al rey patata no lo he visto en todo el día.
-¡Romualdo! ¿Está seguro de lo que me dice?, entonces, ¿cómo es posible que esté tan ocupado desatascando el retrete real del rey?
-Ahora que lo menciona majestad, el rey ha estado muy temprano, más pronto que lo habitual por aquí. Siempre acostumbra pasarse por la tarde, después del banquete, majestad. Decía que le habían caído como bomba las tortitas fritas de maíz. Si mi memoria no me falla, dijo que se iría a la huerta a por unas zanahorias para hacerse una sopa.
Entonces la reina salió a los jardines del palacio y caminó muy deprisa hasta que llegó al huerto de su marido el rey patata, seguida por Magdalena, claro, que no quería perderse por nada en el mundo como terminaría aquel misterio. No hacían de menos Bernardo, que llevaba el atrapa polvo, y Romualdo, con el desatascador apestoso. Aunque para sorpresa, tampoco hallaron al rey patata en el huerto. Allí estaba Jacinto, con su sombrero de paja cortando tomates verdes para la ensalada de la comida.
-¡Jacinto!- exclamó la reina algo alterada por la desaparición de su marido- ¿Ha visto usted al rey?
-No majestad, en ninguna parte.
-Jacinto, ¿está seguro de lo que me está diciendo?-preguntó algo subida de tono, con el seño fruncido y mostrando los dientes largos como los de un topo.
-Ahora que lo dice majestad, vino a por unas zanahorias. Mirad vosotros mismos, las ha arrancado dejando estos huequecitos… ¿lo veis? me dijo que con ellas se haría una sopa que le ayudaría a aliviar un mal estomacal.
El rey patata era muy escurridizo cuando le convenía, pero había que reconocer que sobre todas las cosas, era la persona más distraída del mundo. Como sería de distraído que un día se olvidó terminar de vestirse y salió del palacio sin los pantalones. Fue el hazme reír de toda la comarca de la patata, mientras desfilaba montado en su caballo blanco y sin sus pantalones. Pero esto no viene al caso…
La cosa es que la reina patata mandó a llamar a la guardia real para que buscara a su marido en cada rincón de la comarca. Recorrieron tierras feudales, cruzaron ríos y barrieron el palacio sin suerte alguna. Fue entonces cuando vieron a Josefina, la jefa de la cocina buscando en la despensa. Al escuchar el alborotos de la reina y toda la comitiva que se había montado para resolver el caso del rey patata desaparecido, se le cayeron un montón de latas de conserva por el suelo.
-¡Josefina!, venga aquí- Exigió la reina arrancándose de los nervios los pelos de la cabeza- ¿ha visto al rey?
-No me parece que lo haya visto majestad.
La reina la miró seriamente a los ojos y le dijo- ¿cómo es que estás tan segura? Desde aquí puedo oler las zanahorias hervidas que seguramente trajo el rey patata para que le hicieran una sopa.
-Ahora que lo dice majestad, el rey me pidió que le buscara laurel para condimentar el caldo y es por eso que estaba revolviendo en la despensa, pero al parecer ya no debe quedar.
Un exquisito aroma a verduras venía de la cocina. La cazuela burbujeaba salpicando gotas de caldo sobre los fogones, pero del rey ni señales. En eso escucharon roncar. El rey patata se había quedado dormido y había caído dentro de la cazuela. Allí estaba, al fin, flotando cogido de una hoja de acelga. Los caballeros más fuertes y valientes de la corte, sacaron al rey patata con una espumadera gigante de madera y lo pusieron bajo el chorro de agua fría. Había perdido parte de los brazos y la mitad de las piernas se habían diluido en el caldo. El cuerpo se le había ablandado de tal manera que tan solo ponerlo en el suelo perdía su forma. El pobre rey patata se había convertido en puré.

Fin

miércoles, 15 de febrero de 2012

RELATO - Como Cada Día

A Vanesa con todo mi amor

COMO CADA DÍA

Desde la solitud de una fría habitación miro a través de los cristales empañados por mi aliento la llegada de mi amada. Ella no se da cuenta que la estoy observando desde la ventana. Baja del coche natural, tal y como ella es, sin tener que aparentar nada. Saca a los chicos de sus sillitas, carga a la más pequeña en brazos y mira hacia la casa buscando mi ayuda. Sus cabellos se mueven con la brisa atravesándosele en la cara. Con un movimiento sutil de su cabeza, logra quitárselos de en medio pero queda con la mirada atrapada en un árbol. Su quietud, una ardilla que descansa sobre una rama; ambos se observan esperando la reacción del otro. Después, sin hacer ruido, indica a los chicos que miren al animalito, aunque esté apenas se deja ver asustado con los gritos de emoción de nuestra pequeña hija.
El maletero continúa abierto con la compra esperando ser descargada. Pero no soy capaz de moverme mirando aquellos trozos de mi corazón que se divierten en el jardín. Arrancan flores cuidadosamente, las huelen y se las reparten en forma de trueque. Ella levanta otra vez la mirada y me ubica en la ventana de la habitación sonriente. Me pone cara para que baje a ayudarla, pero se da cuenta que estoy disfrutando del momento y se contenta con mi alegría. Aquella mirada tan dulce y expresiva que me enamoró hace tanto tiempo y que perdura intacto dentro de mí.
Al final me dan ganas de abrazarlos y bajo las escaleras a toda prisa. Me los encuentro en el porche. El más grande corre a mis brazos seguido por la pequeña que aún avanza con pasos atropellados. -¡Papá!- grita efusivamente saltando encima de mí, la pequeña le copia. Nos fundimos en un abrazo y les pregunto cómo les fue en el cole, aunque por dentro muero por besar los labios de mi mujer que espera de pie junto a nosotros. –muy bien, hoy no me pelee con nadie, ehh papá- responde el grande. La niña solo contesta-Sí- a mis preguntas.
Finalmente, los pequeños corren dentro mientras envuelvo a mi mujer en brazos y la beso con cariño diciéndole.
-Feliz día amor- ella me mira confusa, calculando los días y pensando en alguna fecha importante entre nosotros, después responde.
-¿Perdón?, ¿me estoy olvidando de algo?
-No- respondo sonriente- Cada día te lo debería decir y no lo hago. Hoy cumplimos un día más que estamos enamorados…