PRINCESA DE LA LLUVIA
El agua hervía en la tetera emitiendo un silbido de aviso y echando vapor tal cual fuera una locomotora, entre tanto, la anciana buscaba con aplomo sus gafas en la sala. Se podía escuchar de fondo una música antigua, de su época, a bajo volumen para no despertar a los demás de casa. Finalmente las encontró entre los juguetes de su nieta y se dirigió a la cocina a prepararse un té; el café le sentaba mal, abandonándolo a la fuerza muchos años atrás. Colocó la infusión en un tazón y vertió el agua caliente. Escuchaba unos pasitos infantiles en el parquet ligeros que a momentos se detenían para luego emprender la marcha al cabo de unos segundos, como si buscara algo. Dejó el tazón tapado con el plato para que se concentraran los sabores y fue a ver.
-¡Arantxa!, buenos días cariño. ¿Qué haces levantada?- la niña la miró refregándose los ojillos y bostezando sin parar contestó con la voz hacia adentro.
-Buenos días tocaya- la abuela rió con la expresión de la niña. El día anterior, le había estado explicando el significado de la palabra “tocaya” y le hizo gracia el hecho de que la pequeñaja lo recordara tan bien.
-Abu, me prometiste que me ibas a contar un cuento…
-Y te lo he contado- interrumpió la abuela- solo que te quedaste dormida antes de que empezara.
-¿Me lo cuentas otra vez?
-Esta noche te lo contaré, ¿de acuerdo…?
-No, Abu… ¿por qué no me lo cuentas ahora en el sofá?- la mujer no se pudo negar con la cara compradora que puso la niña.
-Está bien, ve al sofá que yo iré por tu leche y mi taza de té…
La niña se acomodó en el sofá esperando a que la abuela volviera a contarle el cuento. Aquella encantadora mujer de cabellos blancos le ponía tanto matiz, tanta energía, e inclusive cambiaba la voz con cada personaje que tocase; hacía que la pequeña Arantxa permaneciera boquiabierta con sus relatos.
-¿Estás lista? Preguntó la abuela.
-¡Siiiiii!- respondió efusivamente la pequeña.
-Muy bien-continuó la abuela- esta vez será una historia de una…
-¿Es real?- interrumpió la niña.
-Digamos que en parte sí, ¿de acuerdo?- la niña asintió con la cabeza atendiendo de inmediato las dulces palabras de su abuelita.- Como te decía…
-Así no comienzan los cuentos abu.
-Lo siento cariño, ¿y cómo comienzan?
-Erase una vez…
-De acuerdo. Erase una vez…
-¿Y cómo se llama el cuento?
-Se llama “La princesa de la lluvia”, pero ahora presta atención porque cuando comience con el cuento, no me detendré y no podrás escuchar lo que te estoy diciendo. Muy bien, bebe tu leche mientras te lo cuento, ¿de acuerdo?-La niña volvió a asentir con su cabecita de arriba a abajo y se concentró una vez más.
-Erase una vez, una jovencita que vivía en la gran ciudad. Trabajaba mucho en una oficina y por las noches disfrutaba de la compañía de su gato.
-¿Y sus padres?
-Sus padres vivían en otra casa. Era una joven que se había mudado a un piso ella sola.
-Y su gato.
-Sí cariño, y su gato. En vacaciones le gustaba viajar y conocer otras ciudades, otros lugares. No le gustaba mucho la lluvia…
-Sí, es fea porque moja.
-No es tan fea, la joven del cuento…
-¿Cómo se llama abu?
-Pues…no lo había pensado. ¿Cómo quieres que se llame?
-Como yo…como nosotras dos, ¿vale?
-Me parece bien, entonces seguimos. Ya verás que al final a la joven Arantxa termina gustándole la lluvia. Escucha y verás. Al igual que las chicas de su edad, a Arantxa le gustaba ir a la playa y coger un color moreno para estar guapa. Pero sus vacaciones siempre se veían interrumpidas por la lluvia. Cada año ocurría lo mismo, a tal punto que los que le conocían pasaron a apodarle la princesa de la lluvia.
Un día, un señor que trabajaba en una ONG…
-¿Qué es eso abuelita?
-Pues, es un grupo de señores que ayudan a personas carenciadas, que no tienen nada, personas que no tienen dinero, ni comida o que necesitan alguna ayuda, ¿sabes?, bueno, entonces este señor buscó incansablemente a la princesa de la lluvia hasta que dio con ella. Entonces le pidió que trabajara con él en África haciendo que volvieran las lluvias. Y así lo hizo, nada más pusieron pie en tierra africana, comenzaron las lluvias.
Los problemas llegaron cuando las lluvias no paraban. Por más que la princesa de la lluvia se fue de África pensando que de esta manera acabarían, no fue así. Los ríos estaban desbordados, los techos de las aldeas que una vez desconocieron la lluvia, se encontraban flotando en un gigantesco pantano. La pobre princesa decidió volver e intentar remediar lo que había hecho ¬-La niña permanecía inmóvil, no mediaba palabra escuchando el desenlace que relataba su abuela con tanto ímpetu- Se sentó bajo la lluvia, cerró los ojos y levantando los brazos hacia el cielo, pidió que se acabaran las lluvias. Se lo creyó tanto que dejó de llover. Y así, la princesa de la lluvia ayudó a muchas personas en todo el mundo, sobre todo a quienes necesitaban de la lluvia para vivir.
La niña se levantó del sofá y miró a través de los diáfanos cristales de la ventana como la lluvia inundaba las aceras.
-¿Y cuándo parará abu?
-Eso dependerá de cuánto lo desees.
-¿Cómo la princesa de la lluvia?
-Como la princesa de la lluvia.
La niña miró fijamente a las nubes y después cerró los ojillos. Cuando los volvió a abrir, la lluvia había cesado.
-¡Abu, lo hice yo, fui yo…! -la abuela la abrazó con fuerza diciendo:
-Dejo mi don en buenas manos…